sábado, 7 de marzo de 2015

Diálogos de Folletín, las investigaciones políticas de editorial planeta.

En algún momento de la década del 90 un extraño género literario invadió las librerías argentinas. Se trata de unos libros que mezclan relatos con supuestos datos históricos “confirmados” y sobre los cuales, se dice, que se basan en profundas investigaciones. Eso, claro, lo dicen los editores. Así aparecen los primeros libros sobre la corrupción menemista y luego sobre la corrupción K. Creo que uno de los primeros libros de toda esta serie es “Robo Para la Corona” (1991) de Horacio Verbitsky (que según una nota de La Nación del 4/10/13, llego a vender 250 mil ejemplares, sin embargo, no hay reediciones disponibles). A partir de allí editorial Planeta inauguró una colección llamada “Espejo de la Argentina” con títulos y autores tan disímiles como “El peso de la Verdad” de Domingo Cavallo (1997) “La Alternativa Liberal en la argentina” (libro de entrevistas con figuras tales como Álvaro Alsogaray o Adelina Dalesio de viola) O “El ultimo de Facto”, del dictador Reynaldo Bignone (1992). Repasando los títulos, que superan los 190, la tendencia hacia el pensamiento neoliberal se va marcando cada vez más. Y en este punto es importante observar que este género no nace en cualquier momento, pues viene de la mano de la extranjerización del sector editorial, y particularmente con la llegada del Grupo Planeta y su par Random House Monadori (dueña desde 1998 de Editorial Sudamericana). Estas editoriales se instalaron gracias a la desregulación neoliberal, y por tanto es lógico que sus productos de tinte político tiendan a la defensa, consciente o inconscientemente, de las prácticas del libre mercado. Pero no nos confundamos, la ideología neoliberal se esmera por ocultarse y su mayor disfraz es la defensa del negocio redituable; las cosas que se editan “por que venden”. Hoy estos libros son ademanes de denuncias de corrupción sobre personas puntuales, siempre políticos que se opongan al libremercado. La ecuación comercial resulta obvia, una figura política es una figura mediática y por tanto no hay que pagar publicidad para que estos personajes estén allí, en los medios. De pronto un montón de periodistas carentes de formación sociológica, jurídica o económica, pero con una gigantesca ambición e intereses muy poco claros, vinieron a investigar distintos sucesos sociales, principalmente fenómenos de corrupción (que, dicen, es lo que vende) y ocupar, en tanto periodistas de renombre, alguna suerte de fiscalía moral. Una característica de estos libros es que se relega todo tipo de rigor metodológico en pos de la lectura ágil. Parece suponerse que un libro de política seria aburrido, entonces se les vende a los lectores ávidos de lecturas políticas esta suerte de literatura ligera con pretensiones políticas. Se los suele atacar o defender, lo que rara vez se ve son objeciones metodológicas a los mecanismos de investigación, a las fuentes, y menos aún al objeto mismo que es presentado como resultado de aquella opaca investigación: esos extraños libros poblados de diálogos y recursos narrativos y cuyos editores insisten en denominarlos como “no ficción”.

Política y novela, la secreta historia del villano.

El Libro de Luis Majul “El dueño” (Paneta, 2009) es sin duda el máximo exponente de la nueva camada de este tipo de literatura. Ya desde el subtítulo “La historia secreta de Néstor Kirchner, el hombre que maneja los negocios públicos y privados de la argentina” Majul nos dice que no nos va a dejar a pensar, ni mucho menos nos va a permitir sacar alguna conclusión propia. No nos piensa demostrar nada, va a confirmar algún prejuicio que ya tenemos. El libro ofrece un juicio sumario ya desde el título. Y en el prólogo se dan por ciertas cosas que en realidad se deberían demostrar. Dice por ejemplo “Nunca, en toda la historia de la argentina, un presidente tuvo más poder político y económico que Néstor Carlos Kirchner (…)su poder real es inmenso.(…)tomo por su cuenta la suma del patrimonio del estado (…) se metió en los bancos públicos y privados (…) transformo al parlamento en una escribanía de sus caprichos (…) el dueño cuenta la historia secreta de como un sueño político se transformó en el plan de negocios más impresionante que se haya llevado a cabo en la argentina desde la restauración democrática, en 1983.” (2009: 8)
Luego de leer esto la figura de Kirchner toma una dimensión mucha más que histórica, es un personaje literario, dueño de un “poder inmenso” que hace lo que quiere con cualquier cosa. Es el villano perfecto. Pero los villanos no nacen solos, o no los vemos al principio. Al principio pensamos que son personas normales, casi seres humanos, hasta que luego nos damos cuenta de esa suprema maldad. En la página 26 dice Majul “Bielsa, fue uno de los que más tardó en darse cuenta de cómo era el verdadero Kirchner” Esa ambición por un poder sin límites, el sueño de “un proyecto de poder capaz de perdurar durante décadas”. Hasta aquí la clave de lectura ya está armada, es la historia del villano y siguiendo los títulos de los capítulos “La venganza del boludo”; “la metamorfosis”; “La llamada”; “El enojo”; “la propuesta”; “el Arreglo”; “el mejor negocio del mundo”; “el inquilino” se percibe la intención de atrapar a ese lector aburrido, necesitado de emociones políticas. Todos parecen títulos de folletines, la figura poética, la intriga, los personajes misteriosos. La subjetividad que propone se va delineando a fuerza de puros recursos narrativos. Del niño resentido que “pobre, lo tenían para el cachetazo…” (15) a la emergencia de un monstruo enfermo de poder. Majul hace una comparación con Ricardo III, la obra de Shakespeare donde “los problemas físicos de su protagonista constituyen uno de los dos grandes ejes de la historia. El otro es la búsqueda desmesurada de poder por cualquier medio: la traición, la mentira y hasta el asesinato.” (2009:16). Luego menciona a un profesor de historia que le tenía cierto aprecio, y lo ayudo a remontar algún bajón anímico, y cuya responsabilidad en la psicología de Kirchner es tan seria que mediante otro testimonio no duda en denominarlo como “el padre del monstruo”. A esta altura del libro, pagina 16, Kirchner ya ha recibido todos los calificativos que un villano de telenovela podría jamás tener. También están los testimonios secretos, de gente que no quiere dar su nombre. Y que vienen a alimentar la figura del villano, al mismo tiempo que le da un sentido heroico al autor, que parece ser más valiente que todos sus entrevistados juntos. Este recurso llega al extremo del absurdo, en la página 14, una ex compañera de la secundaria que “recuerda la fecha exacta en que compartieron recreos” (si, leyeron bien, ¡recuerda la fechas de los recreos!) con Kirchner donde sus compañeros le decían “pan triste” y se burlaban de él, dice Majul “la mujer pidió mantener su nombre en reserva (…) sigue viviendo en Río gallegos y teme represalias”. Si, leyeron bien, teme represalias por este testimonio ridículamente comprometedor.

La voz de los políticos de ficción

Una reflexión aparte merecen los diálogos. En un ensayo de 1984 (Elogio del Montecristo, Sudamericana 2013), Umberto Eco, analizo el “conde de Montecristo” de Alejandro Dumas. El folletín, recordemos, marca el momento en que la producción industrial intervino el universo literario. La literatura se encontró, de pronto, con un mercado. Con lo bueno y lo malo que eso implica, por un lado muchos autores pudieron trabajar de escritores, la figura del mecenas dejo de manipular y seleccionar aquello pasible de ser cultura, pero por otro, lógicas externas al hecho artístico se impusieron a los escritores. Ahora el mercado decidía sobre el arte. Eco sostiene que el Montecristo es una de “las novelas más apasionantes que se haya escrito” (2013:187) pero al mismo tiempo es una de las novelas “peor escritas” (2013:187). La razón de la mala escritura tiene que ver precisamente con las exigencias del mercado. Que obligaba al autor a producir muchas novelas al mismo tiempo y además “le pagaban a tanto el renglón y debía alargar” (2013: 187) Así, estos folletines se llenaban de divagaciones inconclusas, de sentimientos exagerados, de comportamientos desvergonzados, de situaciones incomprensiblemente largas. Pero además estaba lo que Eco llamó “diálogos a destajo” que son esas interacciones “en que los interlocutores, con punto y aparte a cada intervención se dicen durante una o varias páginas frases de puro contacto, como dos grandules en un ascensor: bueno, me marcho: con dios; adiós; adiós, pues; ¿volveremos a vernos?”(2013:188) Por otro lado el lingüística Román Jakobson (1976), llamó función fáctica del mensaje a cierto tipo de expresiones, que funcionan como instancia de contacto y permiten iniciar un dialogo, no hay mensaje en la expresión sino la intención de comprobar la comunicación, que el otro escucha lo que digo (“¿qué calor?” “está anunciada tormenta”; “mucha humedad”).
Son esencialmente diálogos vacíos. Se me ocurre pensar que estos diálogos a destajo no son otra cosa que una insoportable recursividad de esa función fáctica. Y constituyen uno de los recursos característicos de los libros que queremos analizar aquí. A veces funcionan como disparador para presentar personajes, que luego jugaran algún papel en la trama de corrupción que forma la estructura del relato. Aparecen aquí los apelativos afectivos "que haces negro" “che gordo” "flaco"(dependen de la imaginación del autor)y vienen a darle cierta humanidad al personaje y verosimilitud a la escena narrada. En el diálogo no se dice realmente nada pero están seguidos por un comentario, siempre documentado por fuentes que no dan sus nombres por temor a las represalias, donde Negro resulta ser un importante funcionario y gordo algún inescrupuloso secuaz. Así es como una conversación insignificante (“negro, ¿dónde está catalina?” “no se gordo, cata ya fue”) es convertida en la supuesta denuncia de un asesinato. Invito a los lectores a revisar cualquier de estas "investigaciones periodísticas"; busquen al azar un diálogo (que abundan); encontraran sin demasiado esfuerzo esa fórmula.
Por ejemplo “El dueño” empieza así:
“Lupo simuló: -Si es así como vos decís, vamos a la Justicia. Yo te acompaño. Que los hagan mierda a todos.
Chiquito no lo tomó en serio:
-No me jodas. Si en esta provincia, la justicia no existe...
Uno era el gobernador de Santa Cruz, Néstor Carlos "Lupo" Kirchner. El otro, su vicegobernador, Eduardo Ariel "Chiquito" Arnold.
A Kirchner le dicen "Lupo" por su parecido con Lupín, aquel personaje de historieta, simpático piloto de aeroplanos, creado por Guillermo Guerrero en la década de los cincuenta.
Arnold mide más de un metro noventa. Lo llaman "Chiquito" porque tiene las espaldas de otro Arnold, el actor cuyo apellido es Schwarzenegger.” (Pág. 12)

La increíble recurrencia de este tipo de diálogos y formulas narrativas hace pensar que todos los políticos hablan igual o bien que todos los periodistas hicieron el mismo taller literario.

Anécdotas y verdades de pasillo.

A la hora de revisar una investigación lo primero que uno debe hacer es repasar las fuentes en las que se basa. Si son fuentes escritas será posible contrastarlas e incluso realizar algún seguimiento que nos permita identificar posibles sesgos. Sucede también que muchas investigaciones que estudian temas actuales o escasamente estudiados se ven en la obligación de producir sus propias fuentes, llevar a cabo relevamientos propios y entrevistas. Entonces será fundamental explicitar los recaudos metodológicos tomados para evitar los sesgos y precisar también los mecanismos y criterios con que fueron hechos aquellos relevamientos. Cuando la principal fuente son entrevistas personales, el asunto nos remite a un género de problemas muy específico. Y es que toda historia construida a partir de testimonios orales está altamente contaminada por los caprichos de la memoria y las trampas de la intensión. Uno recuerda lo que puede y como quiere. El libro de Majul, tiene desde la página 449 hasta la 467 una suerte de anexo titulado “Fuentes” donde capítulo por capitulo se va detallando de donde proviene la información que permitió al autor reconstruir la historia. Ahí dice que el autor “dialogo con 158 personas. Entre ellas, dos ex-presidentes” pero no nos dice quiénes. Y hay que tener en cuenta que dentro de la categoría de ex presidente entra tanto Videla, como Alfonsín y cualquiera de los dos nos va a contar una historia distinta. Pero eso parece no importar, la enumeración sigue con muchos funcionarios hasta pasar por “siete empresarios de empresas muy grandes”. Se mencionan varios libros de Editorial Sudamericana “el ultimo peronista, la cara oculta de Néstor Kirchner” De Walter Curia (2006); “Setentistas de la plata a la casa rosada”, de F. Amato y C. Bazan (2008) Infinidad de notas del diario Clarín y La nación, se nombran muchas denuncias judiciales sin detallar expedientes ni ningún indicio que permita contrastación ni siquiera el estado de avance de la supuesta causa. En muchos casos se observa que las causas se originan en notas periodísticas. Se nos dice “cada dato esta corroborado y respaldado por documentos públicos como diarios, revistas y libros, documentos oficiales como pedidos de informes, expedientes judiciales” (450)
De qué modo se efectúa esa corroboración es algo que ignoramos y Majul no nos permite evaluar. Simplemente nos dice que está confirmado. Nos dice “la constancia de que Ezequiel Ezquenazi vivió en el kavanagh fue confirmada por el autor de este libro” (458) el proceso de confirmación es algo ciertamente enigmático. Además en el mundo Majul, parece que todo el mundo tiene facultades de escribano público, todos pueden confirmar alguna cosa. Más adelante dice que una reunión entre dos importantes figuras “fue confirmada por personas muy cercanas a los participantes” (458). En la página 461 nos ofrece una perlita, dice respecto a un libro de Pablo Abiad y Mariano Thieberger que “Contiene varias conjeturas y denuncias tomadas de notas, pero también hipótesis que demuestran evidentes ilícitos”. No hay que ser un gran epistemólogo para saber que las hipótesis no demuestran, son conjeturas, suposiciones, posibles respuestas a problemas teóricos. Alguien debería hacer un trabajo detallado para revisar estas curiosas fuentes, las fechas de las entrevistas (cuando estas se señalan) el rigor metodológico de la bibliografía que se señala como fuente. Pero lo más curioso es que siguiendo el derrotero de fuentes es muy claro que no ha sido entrevistada ninguna persona que no tenga algún interés en contra de Kirchner, salvo la entrevista a Cristóbal López fechada en mayo de 2009. Es difícil sostener que no haya habido un trabajo de investigación, el tema es que las cuantiosas ausencias metodológicas y los vacíos de fuentes, mas ese oscuro criterio de “confirmación” de datos le permiten a Majul decir prácticamente cualquier cosa. Detrás del oscurantismo también habían investigaciones, lo que las diferencia de la ciencia es la metodología y los criterios de verdad con que se llevaban a cabo. Decir que detrás del libro de Majul hay una investigación es, en este sentido, lo mismo que nada. Alejandro Dumas también “investigo” la historia francesa antes de escribir “Los Tres mosqueteros” pero eso no convierte a la novela en un testimonio verídico. Y es que en el fondo el libro está construido con anécdotas, con verdades de pasillos. Con rumores (lo que dijo un tipo que le dijo a otro que me dijo a mi) Un error común en el trabajo etnográfico es ser extremadamente susceptible a la fuente, es decir, terminar pensando la historia como la piensan nuestros entrevistados. Algo de eso le pudo haber pasado a Majul, después de dialogar con todos los enemigos políticos de su objeto de estudio. Podemos pensar que le falto tomar recaudos para ser objetivo. Aquí es cuando debemos recordar quien edita el libro. Y es que si la falta de metodología le permite al autor escribir un pastiche contra todo político que se oponga al neoliberalismo, es justamente esa falta de metodología lo que el neoliberalismo precisa.

* una versión reducida de esta nota salio en la Revista Hamartia N°11 (febrero de 2014)

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