sábado, 20 de febrero de 2016

El imperio de la incertidumbre

Se repite con excesiva frecuencia que el mundo moderno en términos culturales es vertiginosamente cambiante. Que lo pasa hoy no pasara mañana, y que el mañana es un misterio de dinámica imprevisible. Y esta máxima tiene serias consecuencias en el universo de las industrias culturales. De este modo todo lo que hoy se produce perdería inevitablemente su validez simbólica en un tiempo escandalosamente breve. Lo que obligaría a los autores (los artistas) y a los agentes culturales (editores, productores) a un ritmo de actividad donde la experimentación constante sería la única posibilidad de subsistir. Se trataría de cambiar permanentemente al ritmo del permanente cambio cultural de la sociedad. Pero me pregunto yo, y le pregunto al enigmático lector que a mis divagues se somete ¿es todo esto cierto? ¿Es realmente cierto que lo que leímos hoy puede no importarnos mañana? ¿que lo que hicimos hace una semana carecerá de sentido a la semana siguiente? ¿somos realmente tan cambiantes como nuestra actual percepción de la cultura pretende?

El espejo retrovisor

En el prologo de La Aldea Global ([1989] Gedisa, 1993) -tal vez el libro mas inspirador de la idea de vértigo cultural - B. R. Powers reflexiona sobre la manera en que la sociedad apropia su historia, "cada generación tiene su visión del mundo en el pasado: Medusa es vista a través de un espejo lustrado, el espejo retrovisor" (pp. 14). En otras palabras nuestra percepción del presente esta mediada por nuestra comprensión del pasado, lo que no constituye epistemológicamente hablando un concepto demasiado novedoso. Pero continua Powers "lo que sucede es que en la actualidad los cambios se producen tan rápidamente que el espejo retrovisor ya no funciona. A velocidades supersónicas los espejos retrovisores no sirven de mucho". El sustento de esta reflexión, podemos intuirlo, es el fenomenal avance del mundo de las comunicaciones, al cual debe la mayoría de sus reflexiones la obra de Mc Luhan.
Pero ¿es ciertos que las sociedades avanzan y se transforman a la misma velocidad de los cambios tecnológicos? ¿no será algún tipo de ilusión creer que porque ya no usamos el ICQ o el MSN, ha cambiado también nuestra cultura? ¿no será exagerado pensar que porque cambiamos la computadora nosotros también cambiamos con ella? No quiero decir con esto que los cambios tecnológicos no generen modificaciones en los hábitos y las costumbres, lo que me preocupa es que esa relación no sea debidamente problematizada. La manera en que la tecnología modifica nuestras vidas no es algo para tomar a la ligera y el peor error consiste en imaginar una relación lineal entre el cambio tecnológico y el cambio cultural. Hay en la tecnología de comunicación un avance en términos de velocidad, conectividad y contenido. La información transita más rápido, más lejos y en mayor cantidad. Esto tiene indefectiblemente muchas consecuencias en términos económicos, políticos y sociales. Hoy se puede transferir plata de un costado del mundo al otro en apenas minutos, hoy se puede saber que piensa el presidente de Rusia con solo abrir una página de internet. Pero la traducción de estos cambios al universo de la cultura exige mayor análisis. Podemos inicialmente decir que en la actualidad tenemos un superabundancia de información, y eso implica una dinámica simbólica mayor (independientemente de la calidad de esa información). Que hay mas símbolos dando vueltas, y mayor acceso a ellos. Pero eso no implica que haya más significados.


El cambio ¿constante?

En la industria cultural, la superabundancia de símbolos parece proponer una dinámica de cambio constante. En este mismo blog, el editor Antonio Presa (en 2006) observaba:

"el público está cambiando en forma permanente. Si ustedes me ven hace 5 o 6 años yo les diría que estoy estudiando a Pokemon… “perdón, ¿qué es Pokemon?” Si ustedes me ven hace 4 años, estoy estudiando a Matrix, y Matrix me suena. No existe Matrix en este momento, Matrix fue. Ojo, no quiere decir que no lo estudie, yo necesito estudiarlo porque cada uno de los productos responde a un estado de ánimo del consumidor. Yo necesito saberlo, pero sé que eso cada vez se da en un plazo menor. Los cambios son mucho más rápidos. En aquella época teníamos la ventaja que los cambios se daban cada 10 años. Antes de esa época los cambios se daban cada 20 años, antes cada 30 años."

Esta idea del cambio constante, del vértigo cultural, de los símbolos con fecha de vencimiento me hace ruido con algunas cosas. Por ejemplo la constante recurrencia de los "productos probados", las remakes, los libros basados en libros. La próxima película de "Batman vs Superman" ambos personajes de historieta inventados hace 70 años. Y sigo pensando en las películas de Spiderman (que ya van dos contando en origen del personaje y ahora viene una más). En el mundo de la música tampoco parece que haya cambiado mucho la cosa, los Rolling Stones siguen dando giras por el mundo tocando temas de hace 30 o 40 años. Desde esa perspectiva, esta idea de cambio cultural vertiginoso no parece muy sostenible y además se estrella con una frasecita que se repite a menudo en el mundo del cine; eso de que "el público se renueva". Si el público se renueva no es necesario cambiar tanto, al cambiar al público se habilita la repetición. Las consecuencias de esta frase convertida en política cultural la he analizado en otro lado. Alcanza con observar aquí, que sirve para justificar la repetición de productos probados, de historias ya contadas y exitosas y que se supone que por eso serán exitosas de nuevo. En el fondo la renovación forzosa del público (yo no voy a ver la próxima de Spiderman, la tendrán que ver los nuevos) no es otra cosa que una manera de reducir la incertidumbre del negocio cultural. Y es que la clave del fenómeno que pretendo analizar aquí: se trata de eso justamente, de la incertidumbre.

La identidad volátil

Encuentro a esta idea de inestabilidad cultural relacionada al fenómeno que podría definir como la multiplicación de identidades. De pronto aparecen infinidad de rótulos para asignar sujetos. Están los rollingas, los heavy, los emos, cualquier atributo del sujeto es asimilado a una forma de identidad. Sea la manera de vestir o los gustos musicales. El tema no es que exista una taxonomía de sujetos según sus gustos o su costumbres, sino que este catalogación se implique al termino de identidad. Dolina suele decir cuando le hacen esas preguntas pseudo-filosóficas sobre la identidad; que no sabe quien es, que es algo así como el hilo conductor de sus múltiples identidades. Lo que hay en común entre el tipo que juega a la pelota, toca el piano, escribe libros y habla por radio. No recuerdo si le suele dar a esos múltiples roles el tópico de identidad. Pero me sirve para ilustrar de donde pensamos cuando pensamos la identidad. Hablar desde el tipo que juega a la pelota o escribe libros, es hablar desde la perspectiva del individuo y desde allí, desde la actividad individual, plantear pertenencia. Porque la identidad, pensémosla como la pensemos, siempre tiene que implicar la pertenencia a un colectivo de personas. Supone una comunidad y adscribe una filiación. La cuestión es cómo construimos esa comunidad, si lo hacemos como el simple amontonamiento de sujetos semejantes en algún aspecto (una costumbre, un habito, un gusto) o si lo hacemos como resultado de una historia común geográficamente determinada. En este último caso la identidad, implica pertenencia, pero una pertenencia que proviene de lo social, desde una historia común con lo que implica en términos de formación de una sociedad, con sus universos de conflictos, tensiones, contradicciones y necesidades. Esta idea de identidad no solo es más compleja de expresar, y tal vez por eso mismo, es mucho mas solida y consistente que la otra sino que, principalmente, implica sociedad.

Por otro lado, la identidad pensada desde la semejanza de los sujetos, imaginariamente vinculados por una actividad o gusto (o algún otro elemento de semejanza), se revela como débil, volátil. Si la identidad se determina por lo que hago (la música que escucho, los libros que leo, o los juegos que juego) al momento en que cambie mis actividades (me gusta otra música, leo otro libro, juego otro juego) cambiara también mi identidad. Forzosamente uno no hace todo el tiempo las mismas cosas, aunque sigua siendo la misma persona. El efecto de inestabilidad resulta entonces, no de que el mundo sea cambiante, sino de haberle bajado el precio al concepto de identidad. Pero hay además otra consecuencia de esta concepción liviana de identidad, y es que no puede abarcar la diversidad. Si la identidad se construye de semejantes, no puede abordar sujetos diversos aunque estos compartan la misma historia, geografía, intereses y necesidades. La identidad de los iguales sirve también para excluir a los distintos.


El mundo sigue igual, el mundo está peor

Ahora, si uno analiza al mundo en términos estrictamente económicos y hasta políticos, no se va a encontrar con un mundo tan cambiante. Descubrirá que los nuevos ricos son siempre los hijos de los viejos ricos. Y el centro político y económico del mundo no ha variado demasiado desde hace ya más de 100 años. El reparto del poder mundial mantiene cierta recurrencia, los países más poderosos no son otros que los que otrora eran imperiales. Salvo la interferencia del comunismo que ha ubicado en el concierto del poder mundial a China y Rusia, poco ha cambiado en el orden mundial desde la época colonial. Por el lado de las empresas, vemos algo no muy distinto, las grandes empresas siguen siendo más o menos las mismas que se hicieron grandes en algún momento del desarrollo capitalista. En EE UU por ejemplo, no ha nacido una nueva automotriz desde hace mas de 40 o 50 años. El único lugar donde podemos llegar a encontrar al self made man, al empresario emprendedor de Schumpetter es el mundo de la informática. El único lugar donde parece que aun rigen los principios del ascenso burgués (la carrera del talento que decía Hobsbawn).
En otras palabras, en los principales sectores de la economía lo que vemos es una consolidación de actores y grupos económicos. A lo que se suma una fuerte concentración con tendencia monopolista. No solo las empresas que gobiernan la economía global son las mismas sino que son menos que antes. Y hay que agregar a todo esto un elemento más y es la preponderancia del capital financiero. Lo que algunos economistas llaman "Financiarización de la economía" (Ferrer) y otros "valorización financiera" (Basualdo). La lógica del capital financiero ha intervenido la economía global y ha servido, intuyo, como principal instrumento para la concentración económica. No profundizare mucho este punto, lo importante es observar que en la lógica del capital financiero, la incertidumbre es un factor crucial. El universo financiero es el único lugar donde alguien puede acostarse rico y levantarse pobre. Es el único espacio de la economía donde la riqueza o la pobreza puede ser una cuestión de expectativas. Expectativas sobre el tipo de cambio; expectativas sobre el crecimiento y la actividad económica que influyen sobre las "inversiones"; expectativas sobre el rendimiento de las acciones, títulos y letras, que impactan sobre sus precios relativos. Expectativas en fin, que determinan cuanto circulante, cuanto crédito y cuanta espalda financiera tendrá la sociedad. Mañana por la falta de crédito puede quebrar una empresa y dejar muchos trabajadores en la calle, sin que haya mediado aún un hecho puramente económico (un intercambio de bienes materiales). Teniendo en cuenta esto, muchos economistas advierten que la economía tiene un componente de expectativas, y según el economista que consultemos el componente de expectativas será mayor o menor. Me atrevería a agregar que cuanto más fuerte sea ese componente más inestable será la economía real y más grandes las ganancias del sector financiero. La importancia de las expectativas, la preponderancia del capital financiero expresaría, de este modo, la fragilidad de la economía real. Fragilidad que se vuelve necesaria para asegurar la preponderancia del capital financiero. Solo si del próximo préstamo depende la continuidad de la empresa, el empresario estará dispuesto a aceptar la tasas usureras que se le ofrecen y multiplicar así la ganancia (que es transferencia de ganancia del sector industrial al financiero) del capital financiero. Es necesario un mundo precario, un mundo en peligro, un mundo necesitado de crédito para que los bancos se conviertan en el principal actor del orden global. Es que la escandalosa rentabilidad del sector financiero solo puede ser explicada por la escasa rentabilidad del resto de la economía. En otras palabras, la plata que ganan de más los bancos, es que la que pierde la producción y el empleo. Podríamos decir, con Marx, que lo que vemos es la apropiación por parte del capital financiero de la plusvalía industrial. Y con ello lo que se produce es una precarización mayor de la condiciones de los trabajadores (porque el capital transfiere en ellos sus pérdidas) y en paralelo a esto se produce inestabilidad en el sector industrial.

La incertidumbre laboral

Voy a traer a esta entrada algunas palabras de nuestro benemérito señor presidente que ha dicho por algún medio una máxima notable que nos dice mucho sobre el tipo de mundo que produce el capital financiero. Decía, a propósito de alguna promesa electoral orientada al empleo, que cada persona va a tener a lo largo de su vida 7 empleos distintos, de los cuales "tres todavía no se inventaron". Es preciso observar que seria ese mundo. Se trata de un mundo inestable para los trabajadores, inseguro, imprevisible, donde no se sabemos cuánto tiempo vamos a trabajar en un mismo lugar, y más aún, debemos tener suerte de que inventen esos dichosos tres empleos antes que uno se quede desempleado. Más allá de eso, el razonamiento encaja perfectamente con las nociones que venimos refutando aquí y de alguna manera las resume. Esa idea del mundo cambiante, donde se inventan cosas todos el tiempo y mañana no sabemos dónde podemos estar. Algunas de estas ideas probablemente provienen de Brian Tracy, uno de estos expertos de marketing que escriben libros de algo así como "autoayuda económica" que invariablemente trata sobre como gerenciar empresas, construir liderazgos, perfeccionar las relaciones humanas en el trabajo: problemas de oficinistas.

Tracy tiene varios libros, algunos de sus títulos son ilustrativos para tener una idea del tipo de conocimiento que promueven: "Estrategias de negocios"(2015) "Éxito ilimitado en ventas"(2013) "Las 12 disciplinas para la excelencia en el liderazgo"(2015) "Como lideran los mejores lideres"(2010); "Tráguese ese sapo"(2007). En alguno de sus libros, este buen señor dice (subiendo la apuesta de nuestro presidente) que en realidad, en nuestro mundo moderno una persona va a tener, no 7, sino 14 empleos a lo largo de su vida. Algunos entusiastas defensores de estos pensamientos ligeros suelen decir que hay que dejar de "ver esta realidad como una amenaza para verla como una oportunidad".
Y recurren a la exposición de cierta diversidad de experiencias que uno adquiere en distintos empleos, conociendo distintas realidades y toda esa batería de de miradas utópicas que dejan de lado la realidad de que el empleo no es solo el lugar de la vocación y el conocimiento práctico (una suerte de lugar mágico donde realizarse como persona) sino, y fundamentalmente, la fuente del sustento.

Ahora analicemos esto con cuidado, si tomamos la vida laboral de una persona, desde su edad laboral hasta su jubilación. Es decir desde los 18 años hasta los 70 años en los hombres y los 65 en las mujeres (acorde a la ley argentina) tenemos que una la vida laboral son unos 47 años para los hombres y 42 para las mujeres. De los cuales hay que tener aportes por 30 años para poder jubilarse, lo que implica que la ley contemple un tiempo de desempleo (el 36% para los hombres, 17 años y del 28% para la mujeres, 12 años). En otras palabras un hombre debe trabajar el 63% de su vida laboral y una mujer el 71% para poder jubilarse. En el caso de la mujer ese 71% representa menos años laborables porque la ley contempla que se jubile 5 años antes que los hombres. Tomando entonces esos 30 años laborables, los 7 trabajos significan que el trabajador permanecerá en promedio 4,2 años en cada lugar. Y con las estimaciones de Tracy serian 2,14 años en cada lugar. En otras palabras el trabajador no conocerá las vacaciones de 21 días (a la que se accede con 5 años de antigüedad) ni los aumentos por antigüedad (que cambian de escala a los 5 años). Y va a estar cada 4 o 2 años según la teoría en estado de incertidumbre laboral, buscando empleo. Nótese también otras consecuencias de esta inestabilidad laboral ¿quién va a conseguir un crédito hipotecario a 20 o 30 años con una estabilidad laboral de 2 o 4 años? Ni hablar de lo que implica en términos de especialización ¿qué tipo de especialización, de conocimiento especifico pude llegar a obtener alguien permaneciendo 2 o 4 años en cada empleo? ¿será que los genios del marketing creen que es lo mismo cosechar aceitunas que fabricar televisores? Pienso también en que pasa con el concepto reducido de identidad cuando uno cambia de empleo tan vertiginosamente. El sujeto definido desde el trabajo se convierte en el hilo conductor entre eso 7 o 14 empleos.

Al otro extremo de estos estudios ligeros es que no se preguntan por qué uno se queda sin trabajo a los 2 o 4 años. Sucede que para que estas afirmaciones sean estadísticamente aceptables se debería demostrar que las empresas dadoras de empleo tienen a su vez una vida semejante o levemente superior a los 2 o 4 años. Es decir, así como un empleado va a tener 7 o 14 empleos a los largo de su vida, un empresario debería tener más o menos la misma cantidad de empresas a lo largo de su vida. Los horribles intervalos de desempleo del trabajador serán también, horribles periodos de catástrofes económicas para los empleadores. Pero para los genios del marketing todo eso debe ser hermoso, porque se aprende mucho.

Identidades volátiles y debilidad financiera

Llego el momento de conectar los elementos que he intentado delinear hasta aquí. La percepción de excesiva dinámica de cambio simbólico en las industrias culturales que se relaciona a una percepción de identidades volátiles. Y por otro lado la fragilidad financiera que se traduce en inestabilidad laboral.

Es evidente que la percepción de exceso de dinamismo resulta de una reducción de los objetos y conceptos. La cultura nos parece más dinámica por que la vemos mas superficialmente. Pero al mismo tiempo, tenemos modificaciones en la capacidades de producir símbolos. Hay mayor velocidad en la circulación y más facilidad para producir cultura, en otras palabras tenemos mayor capacidad de producción y circulación simbólica, pero los símbolos que producimos, por su superficialidad tienen a su vez menor vida. La cultura que producimos hoy no pretende sobrevivir mucho, o no parece pretenderlo. Lo cual es lógico si la percepción que reina es que pasado mañana cambiara todo irremediablemente. Y como dijimos más arriba, que tengamos más símbolos en circulación no significa que tengamos más sentido. A esto se suma el efecto de la reducción de incertidumbre, que vuelve a los productores culturales mas cuidadosos, buscando cada vez mas "productos probados". Un productor de cine de hace 50 años era muchísimo mas audaz que los actuales, claro que tenía menos urgencias financieras.

Por otro lado nada parece indicar que las relación mecánica que se pretende establecer entre el cambio tecnológico y el cambio cultural sea acertada. Las profundas transformaciones culturales que se habían profetizado por la aparición del videocasete no se han cumplido, ni el cine ha dejado de existir, ni tampoco la música ha dejado de existir con la aparición del P2P (como se profetizo anteriormente con la aparición de la tecnología de grabación y reproducción de sonido). Tal vez el gran dilema de estas miradas del cambio cultural delimitada en las industrias culturales, es que omiten contemplar el contexto económico- social cierran todas los elementos de análisis en las tecnologías de comunicación. Con lo cual las realidades analizadas se vuelven pobres y excesivamente superficiales. La innovación tecnológica ya lo dijimos, no trae aparejados per se modificaciones en los hábitos y las costumbres. Hay que precisar cuáles son esos hábitos y costumbres para explicar cómo se modifican frente al cambio tecnológico. Y ahora me toca observar que esta perspectiva de inestabilidad simbólica se corresponde a una realidad de profunda inestabilidad económica derivaba de la preponderancia del capital financiero y su gran objeto de riesgo "la incertidumbre", que como vimos, parece proyectarse a todos los órdenes de lo social. El mundo económico es tan inestable para el trabajador (con sus 14 o sus 7 empleos, mas los empleos que aún no se inventaron), que no puede menos que percibir una inestabilidad y constante cambio en todos los demás ordenes. Quedara para más adelante observar como la legislación viene a preservar la seguridad del capital financiero (intentando reducir la incertidumbre) volviendo más incierto el futuro del trabajador. En otras palabras, las certidumbre del capital financiero se obtiene a través de la incertidumbre de la vida laboral. Así, el concepto de "seguridad jurídica" (que se traduce en diversas formas de certeza legal para el cobro de todo tipo de instrumento financiero) avasalla cualquier derecho en el camino, sirve de garantía y exigencia de los inversores y lleva implícita la inseguridad social del trabajador. Que es en definitiva quien paga cuando las burbujas especulativas finalmente estallan.

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